La producción de plástico es una de las problemáticas ambientales más críticas de estos tiempos. Durante la segunda mitad del siglo XX, el plástico se convirtió en un material innovador que permitió un salto tecnológico a la humanidad debido a su resistencia, poco peso y costo para fabricarlo.

Dentro de este material, las bolsas de plástico se han convertido en uno de los usos más frecuentes. Y lo que hay que tener en cuenta es que, desde su fabricación, el plástico ya contamina. Luego de ser utilizado, continúa dañando la tierra, el mar y los seres vivos.

Disminuir su uso causará menos daños al planeta. Además, las bolsas de plástico son totalmente reciclables, por lo que su correcto tratamiento cerraría el ciclo sustentable. A su vez, aparecen dos alternativas válidas:

– Bolsas biodegradables: son elaboradas con materiales reciclables que además se desintegran rápido en la naturaleza. En comparación con las bolsas de plástico, son descompuestas por las mismas bacterias y organismos del medio ambiente (al estar en contacto con el aire, la luz solar, la tierra o el agua).

– Bolsas compostables: se fabrican a base de fécula vegetal y no generan residuos perjudiciales. Una vez utilizadas, se transforman con rapidez en abono orgánico (compost). Su proceso de degradación finaliza en un producto rico en sustancias húmicas (macromoléculas orgánicas), que pueden servir para la elaboración de abono entre otros nutrientes beneficiosos para la tierra.

¿Se puede seguir sin las bolsas de plástico? Se puede.