Desde hace décadas, el mercado tradicional nos ha educado con la cultura del “usar y tirar”. Esto quiere decir que muchas veces desechamos prendas que no hace mucho hemos comprado y, acto seguido, vamos a las tiendas o a los shoppings para reemplazarlas por otras.
Sin embargo, la mayoría de las personas desconoce los numerosos perjuicios que trae esta dinámica viciosa de producción, venta, compra y descarte al planeta. Como se nombró en otra nota de IVESS, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) sostiene que la industria de la moda es la segunda más contaminante del mundo. Produce más emisiones de dióxido de carbono que todos los vuelos y envíos marítimos internacionales juntos. ¿Te lo imaginás?
Por todo ello, pensar de qué manera podemos adoptar prácticas que vayan de la mano con el cuidado del medio ambiente puede ser el comienzo de un cambio necesario respecto al paradigma establecido hoy en el mundo de la moda.
Una de las primeras opciones a considerar cuando toca hacer cambio de armario es hacer un uso responsable de las prendas que no querés conservar. Hay varios destinos “amigables”: donarlas, intercambiarlas, venderlas, transformarlas o depositarlas en un contenedor de reciclaje. Darles otra vida permite que, incluso con las sintéticas que no son sostenibles, se integren a la economía circular y así se reduzca el impacto al producir nuevas unidades.
Al momento de la compra, es importante tener en claro qué necesitás y qué pensás que vas a utilizar durante una temporada entera. En simultáneo, informarse resulta necesario para comprar de la mejor manera. Cada prenda cuenta con etiquetas en las que se puede consultar el lugar de fabricación (ideal que sea local), los materiales (elegir materiales reciclados o de fibras naturales) y los certificados (que garantizan que los productos no sean nocivos para la salud y se identifiquen la composición de las prendas, como por ejemplo 100 % algodón).