Los bosques y sus tonalidades de verde, los mares que se funden con el horizonte, las montañas con sus dimensiones imponentes, hasta los desiertos más áridos que, a simple vista, muestran un paisaje repetido. ¿Sabías que cada uno de estos espacios cuentan con todo tipo de animales, insectos, plantas y microorganismos que siquiera percibimos?
Esto nos da a pensar que, sea el lugar que sea, el planeta siempre brinda las condiciones necesarias para la vida. Durante el proceso, las especies se relacionan con su hábitat para adaptarse y asegurar su supervivencia. La interacción continua genera un equilibrio ecológico que tiene como nombre biodiversidad.
En otras palabras, el término hace referencia a la gran variedad de seres vivos y ecosistemas que hay en la Tierra. Cada uno de ellos cuentan con rasgos únicos y son el resultado de un ciclo de crecimiento y evolución de miles y miles de años hasta la actualidad.
La biodiversidad o “diversidad biológica” fue un concepto sugerido a la comunidad científica por primera vez en 1980 por el ecólogo Thomas Lovejoy, un reconocido biólogo conservacionista estadounidense que pasó más de 50 años trabajando en la selva amazónica y fundó el Centro de Biodiversidad del Amazonas.
En las últimas décadas, el impacto de las actividades humanas ha reducido la biodiversidad en el mundo. Por ello, en la Cumbre de la Tierra (también conocida como Cumbre del Clima), celebrada en 1992 por la Organización de las Naciones Unidas en Río de Janeiro, se reconoció la necesidad de preservarla junto al progreso humano. Los siguientes pasos estuvieron guiados por los criterios de sostenibilidad promulgados en el Convenio Internacional sobre la Diversidad Biológica, el cual fue aprobado en Nairobi, el 22 de mayo de 1994. Esta fecha fue, posteriormente, la elegida por la Asamblea General de la ONU para establecer el Día Internacional de la Biodiversidad.