Los perjuicios de fumar son indiscutibles. No hace falta mirar más allá que a las propias cajas de cigarrillos, donde aparecen distintas imágenes impactantes que retratan los padecimientos de su consumo. Pero ¿sabías que, además de dañar a los fumadores activos y pasivos, el medio ambiente también está incluido?
Según la Organización Mundial de la Salud, alrededor del 40% de los residuos recolectados desde 1980 a la actualidad son colillas de cigarrillos, lo que quiere decir que son los que más se generan en el mundo. Se calcula que los fumadores desechan entre 4,5 y 5,6 billones por año. La división por día da un estimado de 18 mil millones de colillas cada 24 horas. Lo más alarmante es que tomamos como natural el hecho de fumar un cigarrillo y tirarlo al suelo, hábito que se tiene que corregir más temprano que tarde.
Al entrar en contacto con el agua, una sola colilla puede contaminar entre ¡40 y 1000 litros! Una estadística para nada alentadora que tiene resultados nefastos para los animales que viven o que entran en contacto con ella.
Para el suelo, se convierten en una suerte de pesticida. Liberan sustancias tóxicas que acaban alterando el pH y su composición, afectando e impidiendo la vida de microorganismos, insectos y animales que resultan esenciales para enriquecer la tierra, tras descomponer la materia orgánica o entablar relaciones simbióticas con las plantas.
Al aire se libera monóxido de carbono y otros gases que contribuyen a la acumulación de GEI (Gases de Efecto Invernadero), como también sustancias tóxicas para los seres vivos como el arsénico y el cobalto.
Y la lista enumeración podría seguir, porque la lista de consecuencias es larga. Por este motivo, si sos fumador o conocés a alguien que fume, es importante que los filtros no se desechen en la vía pública o en un ambiente natural. Estos pueden terminar siendo altamente nocivos para los ecosistemas y para la vida misma. Además, con un tratamiento especial, pueden transformarse en ecoladrillos.