Los gases de efecto invernadero (GEI) tienen la propiedad de absorber y reemitir la radiación infrarroja que la Tierra recibe del sol. En otras palabras, retienen el calor del sol dentro de la atmósfera. De esta forma, ocurre un fenómeno conocido como efecto invernadero natural, que permite que la Tierra mantenga una temperatura promedio de 15 ºC. Si no existiera este efecto, la temperatura promedio sería de -18 ºC

Más allá de que muchos se producen naturalmente, los seres humanos han generado —principalmente desde el siglo XX— un incremento de gases que potencian el efecto invernadero natural y esto se traduce en aumento de la temperatura del planeta. El uso, la producción, la explotación y el transporte de energías no renovables, la industria, la ganadería, la agricultura y la mala gestión de los residuos son algunas de las actividades más perjudiciales que también tienen relación directa con el cambio climático.

Ante una problemática que ha ido agravándose con el tiempo, fue necesario proponer iniciativas para tomar cartas en el asunto. En 1988, el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) y la Organización Meteorológica Mundial (OMM) crearon el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC por sus siglas en inglés). El IPCC se encarga de recopilar información sobre las emisiones y aporta datos sobre las consecuencias del cambio climático.

Uno de los efectos más preocupantes es la desaparición del hielo y la nieve, que podría hacer subir el nivel del mar hasta treinta centímetros para el 2065. El aumento de la temperatura también provocaría cambios irreversibles en ecosistemas y una gran pérdida de biodiversidad. Para evitar más daños, el grupo considera que hay que reducir las emisiones de dióxido de carbono en un 45 % respecto al año 2010.

La Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC), convocada por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en 1992, reconoció por primera vez la necesidad de actuar. El siguiente paso fue el Protocolo de Kioto de 1995, un acuerdo vinculante para que los Estados desarrollados redujeran sus emisiones. El Acuerdo de París de 2015 es la propuesta más reciente que tiene como objetivo principal evitar que la temperatura media de la Tierra aumente más de 2 ºC en el siglo XXI. Para tal meta, se incluye la necesidad de ayudar a los países en desarrollo a sumarse a la lucha contra el cambio climático.