En las grandes ciudades se produce el efecto isla de calor: el asfalto y hormigón absorben calor durante el día y lo emiten por la noche, alcanzando temperaturas máximas en verano de hasta 65 grados Celsius, y calentando el aire que hay sobre ellos.

Esto hace que la temperatura sea mucho más alta que en lugares cercanos donde predominan la tierra y los árboles.

Las altas temperaturas son cada vez más frecuentes por las olas de calor generadas por el calentamiento global, y se asocian a impactos  negativos para la salud; la mortalidad prematura por insuficiencias cardiorrespiratorias es la más preocupante.

La buena noticia es que una investigación publicada en The Lancet con datos de 93 urbes europeas analiza específicamente el número de muertes que podrían evitarse aumentando la cubierta arbórea de las ciudades para ayudar a enfriar los entornos urbanos.

¿Las conclusiones? Duplicar la cantidad de árboles en las ciudades podría reducir en un tercio las muertes provocadas por las altas temperaturas.

Tenemos que empezar a pensar en crear ciudades más inteligentes, con más naturaleza, más árboles, y también tener techos y paredes verdes, que apuesten a adaptarse al cambio climático y combatirlo. Más verde además, reduce la contaminación del aire, mitiga la contaminación sonora, promueve la actividad física y mejora la salud percibida y la mental.

Empecemos por casa, sumemos más verde a nuestras vidas.