Orgánico, libre de crueldad animal y de químicos son, entre otros, sellos cada vez más buscados por consumidores conscientes que procuran cuidarse a sí mismos y al planeta.

La imagen de un conejito en los productos, encarna la lucha contra la crueldad animal, o cruelty-free, nombre en inglés que recibe el movimiento internacional que lucha contra las pruebas y testeos de productos cosméticos, farmacológicos y de higiene en animales.

Hoy, el concepto cruelty-free se combina con otros para definir como seguros y respetuosos a muchos productos tanto en su composición como en sus procesos de fabricación. De esta manera, de la mano de la importancia de no avalar marcas que incluyan manipulación animal entre sus técnicas, también fueron cobrando relevancia distintos atributos como el hecho de no contener ningún ingrediente de origen animal o derivados, por ejemplo lácteos, miel, grasas o colágeno; como así tampoco compuestos químicos asociados a alergias, reacciones adversas, e incluso a ciertos tipos de cáncer, principalmente sulfatos y parabenos, estos últimos utilizados como conservantes y protectores gracias a su acción fungicida y bactericida.

Conforme estas tendencias fueron en aumento, acompañadas por la presión social y por diversas investigaciones que sumaban evidencias a su favor, muchas empresas tomaron nota y comenzaron a buscar alternativas para evitar ser “canceladas”, sin perder calidad.

Algunas marcas, por ejemplo, modificaron estos procedimientos con animales y comenzaron a utilizar cultivos celulares, simulaciones computarizadas y, si el caso lo permite, voluntarios humanos.

Como sustitución de los parabenos, fueron tomando fuerza los conservantes naturales, que también cumplen la función de alargar la vida útil del producto evitando el crecimiento de microorganismos. La mala fama de esta familia de químicos llegó de la mano de un estudio científico de 2004 que mostró había restos mínimos pero significativos de parabenos en tejidos mamarios de pacientes con cáncer. Entre las alternativas más utilizadas, se pueden mencionar el sorbato de potasio, efectivo contra hongos, levaduras, y en menor medida también bacterias; o ciertos extractos vegetales y esenciales, que permiten aprovechar las propiedades repelentes de algunas plantas.

Los productos catalogados como veganos, en tanto, tienen entre sus principales reemplazos: fibras vegetales o sintéticas en lugar de pelo real para brochas; proteína de soja o aceite de almendra por colágeno; vitamina A vegetal en reemplazo del retinol; aceites vegetales en lugar de grasas animales; ácido láurico del aceite de coco en lugar de la leche; aloe vera por miel, entre otros.

Los microplásticos… ¡Un capítulo aparte!

Algunos ya sabíamos que podíamos encontrar microplásticos en productos de higiene y limpieza como exfoliantes y pastas dentífricas, sin embargo no habíamos identificado que se encuentran también en la mayoría de los maquillajes. El rímel, el lápiz labial, las bases y los polvos faciales (productos que entran en contacto cercano con los ojos y la boca) pueden contener microplásticos.

Una reciente investigación de Greenpeace en Italia, confirmó que se hallaron plásticos en el 79% de los 672 productos controlados, tanto en las listas de ingredientes como a través de pruebas de laboratorio, sobre todo en máscaras y lápices labiales.

Los microplásticos son un  problema para la salud, ya que los plásticos liberan contaminantes hormonales, como los ftalatos (sustancias químicas que se usan para ablandar los plásticos rígidos) que afectan al sistema hormonal. Además, a través del desagüe terminan en mares y ríos y son ingeridos por los animales provocándoles bloqueos gastrointestinales y alteraciones en sus patrones de alimentación y reproducción. Pero esto no termina ahí: hay evidencias de que se transfieren a lo largo de la cadena alimentaria y llegan hasta nuestros platos cada día, se han encontrado microplásticos en la placenta humana.

¿Qué podemos hacer?

Leer las etiquetas e informarnos respecto a cuáles son los componentes es clave para evitar comprar estos productos; y buscar los sellos que garanticen que no ponen en riesgo nuestra salud ni la del ambiente.